El profesor Esteban, de la Universidad de la Laguna, realiza su tarea de investigación en el Instituto de Astrofísica de Canarias. Cualquier persona ajena a esta disciplina lo imaginaría detrás de un telescopio dispuesto a desentrañar los misterios de los objetos celestes. Sin embargo, este experto en nebulosas tiene otra línea de investigación: mira al cielo y a la tierra, realiza mediciones precisas y, en colaboración con arqueólogos, ayuda a descubrir misterios muy diferentes: los que tienen que ver con la historia de la humanidad.
El pasado 2019 publicó, junto a la arqueóloga Sonia Machause López, de la Universitat de València y al Cronista Oficial de Fuenterrobles, Fernando Moya, un interesante artículo sobre la Cueva Santa del Cabriel. Le preguntamos sobre su trabajo y sobre esta investigación.
Pregunta: ¿Qué es la arqueoastronomía?
Respuesta: Realmente, la arqueoastronomía no es una disciplina por sí misma; estamos ante un espacio de conocimiento interdisciplinar. Quienes trabajamos en este ámbito nos dedicamos a estudiar el contenido astronómico que hay en los restos materiales de diferentes culturas, ya sean escritos, piedras y cualquier otro hallazgo del pasado.
También se llama astronomía cultural porque no solo se trabaja sobre la prehistoria; hay quien se dedica a estudiar las concepciones astronómicas de otras culturas contemporáneas minoritarias y tiene una orientación más antropológica. Otros equipos estudian escritos árabes, la navegación histórica o los escritos de otros tiempos.
Yo soy astrónomo y me dedico a medir la orientación de los edificios del pasado, ya sean templos, ciudades o tumbas.
P.: Entonces esta tarea ¿se aborda desde la física o desde la historia?
R: Se puede abordar desde diferentes perspectivas. En mi caso, como yo soy físico y tengo formación en física, lo que hago básicamente es medir y obtener datos. Medidas de orientación. Y son datos sin más, datos fríos… que se pueden interpretar posteriormente, cuando los pones en relación con cuestiones sociales, culturales e históricas.
Por eso la mayoría de mis trabajos los hago con antropólogos y arqueólogos. Porque yo tomo mediciones. Pero, aunque yo pueda contribuir en alguna manera a su interpretación, el contexto lo ponen esas otras personas expertas.
De hecho, yo he vivido la experiencia de ir solo a un parque arqueológico (un templo íbero, por ejemplo) y poder extraer unos cuantos datos. Pero si visito ese mismo espacio con quien ha realizado la excavación arqueológica y conoce bien el lugar, todo cambia porque las sugerencias y los datos complementarios que me puedan aportar hacen que el trabajo se enriquezca mucho y se llega mucho más lejos.
P: ¿Cómo llega un astrofísico a interesarse por la arqueología y las culturas antiguas?
R: Siempre me interesó la arqueología. Empezamos a hacer cosas en Canarias estudiando yacimientos prehispánicos pero rápidamente me planteé ampliar mis horizontes. Y, como yo soy de Alicante, cada vez que regresaba a casa iba haciendo rutas, mirando a ver si encontraba algo en el mundo de la cultura ibérica… y con el tiempo fui encontrando patrones.
Escribí el primer artículo sobre este tema en los años 90, luego comencé a trabajar con arqueólogos y ya nunca he abandonado esa línea de trabajo.
P: ¿Hasta qué punto es importante la astronomía en las culturas antiguas en general y en la cultura íbera en particular?
R: Todas las grandes culturas de la antigüedad han mirado al cielo porque eran sociedades fundamentalmente agrarias. Tenían que estar pendientes de la estacionalidad para atender a los ciclos del cultivo. Era una cuestión de sustento. Y por eso, en general, las religiones han tenido históricamente una importante dependencia astral.
En cuanto a la cultura íbera sabemos que era elevada y original. Todo apunta a que buena parte de sus fundamentos tenían que ver con la ordenación del tiempo y probablemente contaban con ritos dedicados a la agricultura. Algo que sí está claro es que había una diosa principal y que sus atributos están relacionados con la fertilidad: para ella había ofrendas y representaciones que algunas veces eran astrales.
P: Pero ¿era una sociedad tan desarrollada como para hacer mediciones exactas? ¿cómo lo hacían sin un instrumental como el que ahora se utiliza?
R: Bueno, yo utilizo fundamentalmente un teodolito, esa herramienta típica de la topografía que se utiliza para medir con precisión ángulos horizontales y verticales. Con ese instrumento mido orientaciones de paredes y los puntos del horizonte.
¿Necesitaban los íberos instrumentos de medición? Posiblemente no los necesitaran. Sabemos que los romanos, que fueron grandes ingenieros, sí que tenían equipos para orientaciones, incluso orientaciones astronómicas. Pero posiblemente los íberos trabajaron exclusivamente a través de la observación. Hemos de pensar que aquella era una sociedad sin prisa y que era plenamente consciente de su entorno natural. Además, probablemente había una clase social formada por sacerdotes o sacerdotisas que posiblemente se dedicara a esas observaciones. Eran imprescindibles para organizar el calendario de la comunidad.
P: Y en la Cueva Santa del Cabriel ¿qué tipo de fenómenos astronómicos encontramos?
R: Cualquiera que conozca la cueva sabe que, en su inicio, se encuentra un corredor muy recto, de unos 20 metros, al final del cual se abre el espacio principal. En todo el recorrido hay un desnivel hacia abajo desde la entrada. Ahora, si miras desde la cueva hacia afuera, vas a ver en un principio una ladera con árboles y, según vas avanzando hacia el interior y bajando, queda un trocito de cielo muy estrecho. Pues bien, midiendo eso con cuidado comprobamos que justo ahí se pone el sol el día del solsticio de verano. Es decir que, durante esos días tan concretos, el sol penetra hasta esa primera cámara de la cueva donde, además, hay un manantial con agua.
¿Casualidad? No lo creo. Porque son fechas muy determinadas y porque, además, esa entrada ha sido manipulada, es artificial, y la orientación de su eje ha permanecido inalterable desde época ibérica.
P: ¿Qué significado podría tener el fenómeno?
R: En las cuevas santuario ibéricas hay siempre una estrecha relación entre el sol, la tierra y el agua (porque en todas ellas hay siempre agua). Se diría que el sol, con su posición, gobierna el ciclo estacional y la iluminación del agua interior en una época determinada se podría tener un significado figurado de fertilización.
Lo que encontramos en la Cueva Santa del Cabriel es una comunión mágica de elementos que resultan básicos para cualquier cultura agraria. No debemos olvidar que para esta cultura y para sus ritos, fueron muy importantes los solsticios y también los equinoccios.
De todos modos, no podemos ir mucho más allá especulando porque el lugar ha sido alterado en varias ocasiones. Desde luego sabemos que el eje de esa entrada es original pero no podemos saber si el patrón de iluminación que observamos en la actualidad es diferente o no al que iluminaba el interior de la cueva en tiempo de los íberos.
También hay que entender que han pasado muchos siglos y, en el transcurso del tiempo, han cambiado los cultos, han cambiado los dioses, el entorno…
P: ¿Cuál fue el mayor desafío en la investigación de la cueva Santa y qué es lo más singular de ella?
R: El primer desafío fue encontrarla, porque en la primera ocasión no lo logré. Pero luego fui con Fernando Moya y esa parte quedó resuelta.
Al visitarla, lo primero que me llamó la atención fue la longitud de la entrada y luego la precisión de su orientación, una precisión que no se encuentra siempre en ese tipo de cuevas.
Aunque, sin duda, lo más sorprendente es que aún se mantenga como un lugar de culto popular. Eso lo considero realmente asombroso.
Yo había visitado muchos otros lugares, casi siempre al lado de arqueólogos, pero eran lugares que perdieron su utilidad y fueron olvidados hace milenios. Esta cueva tiene una dimensión antropológica muy importante, porque supone que entre la población local todavía pervive la percepción de su magia.
El lugar está enlazado con el culto popular y no ha perdido esa esencia, posiblemente porque no es una iglesia del sistema y no hay un santuario. Si se hubiera construido uno, el tipo de culto actual sería muy diferente, mucho más estandarizado con toda probabilidad.
P: Entonces, ¿no hay que marcharse a lugares lejanos como Stonehenge para encontrar estos espacios llenos de magia y fenómenos astrales?
R: Los lugares británicos son más conocidos porque este tipo de investigaciones se iniciaron en aquella zona. Pero también encontramos yacimientos de enorme interés astronómico en España. Esta cueva, por ejemplo, es un sitio mágico maravilloso.
En general, las cuevas-santuario de los íberos son muy interesantes. Además de esta del Cabriel, hay por ejemplo una en Murcia que, durante el solsticio de invierno, recibe los últimos rayos de sol entrando hasta iluminar el charquito de una pileta que fue tallada a propósito. Y otra de Jaén, que tiene una ventana artificial y durante la puesta de sol del equinoccio proyecta una mancha de luz en la zona más interna de la cueva con la forma típica de los exvotos que se interpretan como la diosa ibérica (del tipo de la dama de Elche).
En general, los templos ibéricos se orientan hacia la salida del sol y las cuevas hacia el ocaso. Y en ellas es posible descubrir espectáculos sorprendentes dibujados con la luz rojiza del atardecer. Son espacios preparados precisamente para esos espectáculos, que son muy vistosos pero que fueron diseñados para ser mostrados a pequeñas congregaciones. Quizá estuvieran preparados para celebrar ritos de paso. Pero eso nunca lo sabremos con seguridad.