Las joyas de un tesoro de papel

Los archivos históricos suelen ser visitados exclusivamente por investigadores que hacen sus pesquisas entre papeles históricos y caligrafías difíciles de leer para los menos entrenados. Por eso hoy mostramos en nuestra revista una pequeña selección de documentos que nos permiten entender el valor de los materiales que conforman este valioso patrimonio documental.  

Ordenando toda la comarca. La carta puebla de Requena y su tierra. 4 de agosto de 1257.


Este documento, el más importante de la historia de nuestra comarca y del Archivo Municipal de Requena, es la Carta Puebla que el rey Alfonso X concedió a estos territorios. 

Se escribió en el año 1257 sobre un pergamino (es decir, sobre una piel de cordero tratada para la escritura). Tiene esa extraña forma porque, durante la Guerra de Sucesión, a comienzos del siglo XVIII, los partidarios de los Austrias lo mutilaron, haciendo desaparecer de él los elementos que le daban validez legal: la rueda con el escudo real (que estaría en el centro) y las firma de los testigos. 

La importancia de esta Carta Puebla viene dada porque en ella el rey establecía la organización de este territorio y dotaba al municipio de muchos privilegios, además de ordenar la repoblación a Fuero de Cuenca, un códice legal benevolente que se concedía en los territorios de frontera. No es de extrañar que una generación tras otra, los responsables del territorio se cuidaran mucho de preservar un documento que fue fuente de derecho hasta la llegada de la Constitución de Cádiz de 1812. 

Alfonso XI confirma los privilegios que su bisabuelo concedió a Requena. 1340

Cada vez que un nuevo rey accedía al trono de Castilla, el concejo de Requena solicitaba a la corte que fueran confirmados los privilegios que Alfonso X le había concedido. Esta es una de esas confirmaciones. No se trata exactamente de una copia, sino de un documento único que fue expedido por la Cancillería castellana con el formato más solemne (y caro) posible en aquel momento: el privilegio rodado.  

Está escrito sobre pergamino y, como se puede comprobar en las imágenes, es una pieza realmente lujosa… que buen dinero le costó a la población local. En este caso se pagó doblemente: por el documento en sí y por el sello en forma de rueda que aparece en el centro.

Una joya de papel hispano-árabe. Provisión de Juan I. Medina del Campo, 1381

El arte de la fabricación del papel se inició en China y, después de siglos de uso y tras pasar por Japón y Asia Central, los árabes lo introdujeron en España en el siglo XI. Nuestro país fue pionero en el uso y fabricación de este material y Xàtiva se convirtió en la primera la ciudad europea que tuvo una fábrica de papel.  

Hasta ese momento, en Europa se escribía sobre pergamino. Y como utilizar pieles curtidas de cordero o cabra resultaba muy costoso, el papel tuvo un éxito inmediato. Se extendió por todo el continente y los italianos se convirtieron en auténticos maestros que mejoraron su calidad dominando pronto el mercado. Pero este documento, fechado a finales del siglo XIV, aún está redactado sobre un antiguo papel de factura hispanoárabe.  

Se trata de una carta del rey Juan I a un recaudador. Y, si sientes curiosidad por el círculo que se puede apreciar en la imagen, es porque en el lado opuesto, este papel tuvo un sello que se perdió con el tiempo.

Todas las concordias, reunidas en el mismo libro. De 1407 a 1727

Si hay algo universal son las disputas entre vecinos. Y, aunque no se hable tanto de ellos, también son universales los acuerdos. Los que firmó Requena con localidades limítrofes fueron llegando uno tras otro. Y, después de más de tres siglos, quienes se ocupaban de conservar estos papeles optaron por reunirlos y encuadernarlos formando el llamado «libro de las concordias». Ahí están los acuerdos firmados desde 1407 hasta 1727. 

Entre otros, aquí se pueden leer las paces firmadas entre Requena y Utiel cuando ya la segunda localidad era independiente. O la hermandad que firmaron Requena e Iniesta para apoyarse mutuamente y evitar la delincuencia y las intrigas nobiliarias.  

Aunque eran acuerdos muy institucionales, en todos ellos late la vida cotidiana de quienes habitaron el territorio siglos atrás.

Y el sello que daba autenticidad al documento terminó por devorarlo. 1456

Este documento generado en la mitad del siglo XV ha llegado hasta nosotros con el notable agujero que se aprecia en la fotografía. Es el lugar en el que tuvo un sello que, además de devorar parte del papel, lo dejó marcado. Mirándolo con detalle se entiende perfectamente que estuvo plegado en tres partes en sentido transversal y en una más longitudinalmente.   

Si además observamos la parte posterior y consideramos que en esta época no existían los sobres, se comprende que el pliego se doblaba con el texto hacia adentro y en la parte que quedaba hacia afuera se encontraban las firmas de los responsables y un breve texto en la zona central: es lo que los técnicos llaman un “brevete”, un resumen del contenido. Era el truco que se usaba entonces entre los escribanos; puesto que no tenían bases de datos, estos resúmenes les permitían localizar la documentación con facilidad. Sí, porque ya entonces se generaba mucho papeleo. 

La reina Isabel despliega todo su poder con una firma. Tordesillas, 1476

Esta carta fue firmada por Isabel de Castilla y por Fernando de Aragón el 18 de marzo de 1476. En esa fecha, ella ya reinaba en Castilla y su marido era corregente, pero la guerra civil que había enfrentado a los partidarios de Isabel con los de su sobrina Juana La Beltraneja aún no se había cerrado del todo. Por eso en este documento, escrito solo dos semanas después de la Batalla de Toro (que dio la victoria a Isabel), pide que no se rescate a presos del bando contrario. Ni por dinero. Ella quería utilizarlos para realizar intercambios. 

Un detalle de la carta llama poderosamente la atención: la firmeza y la amplitud de la firma de una reina de 25 años.

Regulando las carnicerías de hace 500 años. Requena, 1495.

Aunque nos cueste creerlo, una parte importante del comercio estaba casi tan regulada hace cinco siglos como ahora. Y no por casualidad, sino porque las carnicerías, igual que los hornos, molinos o dehesas, eran un monopolio municipal que se arrendaba anualmente de manera muy estricta. Por eso, en este documento de 1495 referido a carnicerías y que solo tiene dos hojas, se fijan los horarios de las carnicerías, el tipo de carnes y casquería que se podía vender, el precio y los establecimientos existentes. Todo por escrito. 

Pero no hablamos de carne de cerdo, tan importante en estas tierras hoy en día. Entonces, en un espacio geográfico marcado por la dehesa y una economía ganadera, las carnes de cabrón y de carnero eran las más consumidas.  

Firmado por el escribano “en testimonio de verdad”

Esa provisión o carta enviada por la administración de la reina Juana I (la que tanto tiempo llamaron “la loca”) muestra una costumbre habitual en la época: la de unir varios trozos de papel en un único documento mediante un cosido. La extensión del texto lo demandaba. 

Al final de ese mismo texto, podemos ver la firma del escribano del concejo. Este personaje no se limitaba a poner por escrito los documentos, sino que redactaba las actas de las reuniones realizadas en Requena y firmaba la documentación, como puede leerse, “en testimonio de verdad”.  Es decir, que actuaba como un antecedente de los notarios. Muchos escribanos, por cierto, también actuaban como fedatarios públicos para negocios privados. 

Sellado por la administración del rey Carlos I en 1534

El trocito de papel que está adherido al documento es el sello que certifica su autenticidad: se trata, concretamente, de una carta fechada en 1534 y enviada por la administración del rey Carlos I de España y V de Alemania. 

Los sellos, ayer igual que hoy, han sido utilizados por todas las instituciones. Hoy tenemos sellos digitales y antes tuvimos sellos que marcaban con tinta los documentos. Pero durante varios siglos se utilizaron los llamados «de placa». Estos se elaboraban colocando un poco de cera roja caliente sobre el documento; y, sobre esa superficie, un trocito de papel y sobre él se apreta con la matriz del sello dejando el relieve-dibujo deseado. Al enfriarse, el papelito marcado quedaba pegado al documento.  

El paso del tiempo hace que la sustancia adhesiva se haga quebradiza y, en ocasiones, se despega junto con el sello de papel. A pesar de ello, en nuestro archivo histórico tenemos bastantes sellos de placa. Eran imprescindibles en una administración que ya regía los destinos de más de media Europa y casi toda América. 

Las cuentas, claras y encuadernadas. De 1573 a 1595


Este es el libro que recoge las cuentas del Concejo de Requena en el último tramo del siglo XVI.  

Por fuera encontramos una encuadernación mudéjar, un formato que durante los siglos XIII a XVI fue muy utilizado en España y que suele presentar decoraciones geométricas como las de este ejemplar.  

El interior nos recibe con tres columnas en cada página: la de la izquierda es un resumen del concepto que se paga (así se puede localizar con más rapidez); la columna central es para explicar el detalle y la tercera, la cuantía económica… que está expresada en números romanos, incluso en el sumatorio que aparece al final de cada página. Y es que la numeración llamada arábiga se introdujo en Europa en el siglo XI, pero en este tipo de documentos no se hizo habitual hasta el XVII.

Averiguando la riqueza del territorio. Catastro del Marqués de la Ensenada. 1752

La administración borbónica de Fernando VI intentó hacer una gran reforma tributaria en España y lograr “la única contribución”, es decir, que pagaran impuestos todos los españoles, incluidos el clero, la aristocracia y cuantos habían evitado contribuir al sustento de la nación hasta entonces, y que se pagara conforme a la riqueza de cada cual. 

La reforma no se logró. Pero en el camino, el Marqués de la Ensenada consiguió hacer una completa investigación sobre la riqueza de Castilla: es el histórico Catastro que lleva su nombre. En él se averiguaba la situación económica casa por casa y familia por familia y la información referida a Requena está recogida en estos seis tomos.  

¿Su singularidad? Que muy pocas localidades han conservado una información tan completa de ese momento histórico, pues de la mayoría de los pueblos de España lo único que se conserva son los resúmenes que se encuentran depositados en el Archivo General de Simancas. 

Los mayores privilegios, reunidos. Siglo XVIII

Cuando Alfonso X el Sabio otorgó la Carta Puebla a Requena y su tierra, la dotó de abundantes privilegios que el territorio supo incrementar haciendo valer su posición estratégica para el reino de Castilla.  

Ya en el siglo XVIII, en tiempos de Carlos III, se reunieron los privilegios históricos más importantes para Requena en una copia autenticada que fue expedida por la administración real. La copia es este maravilloso libro iluminado, lleno de color y adornado por unas letras capitulares que llenan de imaginación y vida la árida prosa legal. El soporte es de vitela, que es la piel más fina y pulida procedente de animales lechales. 

Requena con voz propia. 1920 a 1931

Un domingo de feria de 1920 aparecía por primera vez La voz de Requena, un semanario fundado por el periodista, poeta y político Nicolás Agut y Sastre que acogió en sus páginas a grandes colaboradores locales y logró la colaboración de personajes de talla nacional. Se definía como una publicación «anticaciquista» y llevaba a gala luchar contra el clientelismo en la política local. 

Este ha sido el semanario más longevo de cuantos se han editado en Requena, puesto que se mantuvo vivo más de una década, hasta finales de 1931. En la imagen, el número del 19 de febrero de 1922.

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