Hace poco más de una década que la asociación Territorio Bobal inició su andadura. En este tiempo ha habido avances y retrocesos, muchas reuniones, algunas decepciones y agradables sorpresas. También ha habido un aprendizaje fundamental: que trabajando juntos y buscando nuestro auténtico ser llegamos más lejos. Esta es la historia de los diez primeros años de un fabuloso viaje hacia nuestra propia esencia.
A finales de noviembre de 2011, seis personas de la comarca firmaron el acta fundacional de Territorio Bobal y poco después la agrupación quedaba inscrita en el preceptivo Registro de Asociaciones. El impulso inicial había sido muy claro: si la gente del lugar deseaba que Unesco reconociera el valor de su paisaje de viñedos, había que hacer la petición formal a la institución mundial y esta debía firmarla alguien: una entidad con la que todas las personas e instituciones del territorio pudieran sentirse representadas. Así nació oficialmente Territorio Bobal. Aunque, en realidad, todo había comenzado a mucho antes.
Cuando el viñedo histórico se comenzó a ver como un valioso patrimonio
En 1998, el viñedo amparado por la D.O. Utiel-Requena quedó registrado en lista indicativa de Unesco. Las listas indicativas están formadas por los bienes que la institución global tiene señalados para su estudio y valoración, algo así como la antesala a convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Pero en esa lista, impulsada por la requenense Carmen Pérez desde la Conselleria de Cultura, estaba representado el viñedo de la comarca junto con los de casi todas las Comunidades Autónomas españolas en un proyecto denominado Vino y Viñedo. Itinerario cultural a través de los Pueblos Mediterráneos. Sí, allí había muchos otros viñedos, pero durante un tiempo la pertenencia a la lista indicativa fue suficiente para las ambiciones locales.
El primer proyecto que entró en lista indicativa de Unesco incluía viñedos de toda España. Durante un tiempo, esto fue suficiente para las ambiciones locales
Todo comenzó a agitarse de nuevo una década después, cuando el Ministerio de Cultura inició un proyecto sobre el patrimonio histórico de la viticultura. Consistía en la elaboración de un Atlas del cultivo tradicional del viñedo que debía documentar el conocimiento asociado a la vid y el vino, esa enorme riqueza de herramientas, saberes y costumbres casi desaparecidas. Los equipos técnicos sabían que, si se quería conservar ese rico patrimonio inmaterial, debían contactar de forma urgente con personas mayores, que eran el archivo vivo de las tareas agrícolas asociadas al viñedo. Elaboraron una encuesta para que la respondieran personas de más de setenta años. El Instituto del Patrimonio Cultural de España, responsable del proyecto, pidió apoyo a instituciones locales y, aunque muchas declinaron la invitación, la Mancomunidad del Interior Tierra del Vino aceptó el reto de buscar a esos agricultores a través de enlaces en cada una de las poblaciones de la comarca.
Colaborar en la elaboración del Atlas y, por supuesto, su publicación (el capítulo dedicado a nuestra comarca se puede descargar desde este enlace) removieron el interés por los aspectos patrimoniales de la cultura local. “El proyecto supuso un antes y un después en la conciencia local con respecto a su cultura agraria y a la visión de su patrimonio”, dice Cruz López, agente de desarrollo en la Mancomunidad y encargada de coordinar este trabajo. Fue entonces cuando volvió a sonar el nombre de Unesco.
Buscando el reconocimiento para un paisaje único
Desde aquella inclusión en lista indicativa habían pasado muchos años y, en ese tiempo, Unesco había creado la figura de “Paisaje Cultural”. Algunos de esos paisajes dedicados a la vid y el vino pronto recibieron la ansiada declaración de patrimonio de la humanidad: fueron Tokay en Hungría, Saint-Emilion en Francia y Alto Duero en Portugal. En cambio, el viejo proyecto español no interesaba como propuesta colectiva y el expediente dormía, ante el peligro de que Unesco lo eliminara. Entonces, la comarca comenzó a formularse la pregunta: ¿por qué no intentar el reconocimiento internacional en solitario como estaban haciendo otras Comunidades Autónomas?
Así nació Territorio Bobal para que la comarca se incluyera en la lista de Paisajes Culturales de la Vid y el Vino declarados Patrimonio de la Humanidad. Había un objetivo claro. Y también personas y fundamentos. Como recuerda Cruz López “el trabajo realizado para el Atlas había unido a personas de todo el territorio en torno al patrimonio agrario común y esa experiencia resultaba muy valiosa”. Carmen Pérez, elegida presidenta de Territorio Bobal y en aquel momento Directora del Instituto Valenciano de Conservación de Bines Culturales, recuerda cómo se trabajó el proyecto: “lo reformulamos para hacerlo nuestro exclusivamente y lo reinventamos, porque teníamos argumentos sobrados: teníamos una historia de muchos siglos, los lagares rupestres, las históricas bodegas subterráneas, el paisaje agrario, una cultura secular, el patrimonio documental…”
En la comarca había argumentos sobrados: una larga historia, lagares rupestres, bodegas subterráneas y una cultura secular excepcional
El trabajo fue arduo y el informe resultó contundente. Pero a la hora de presentarlo en el Ministerio de Cultura (ninguna candidatura viaja sin la aprobación del gobierno nacional correspondiente), un evaluador externo echó un jarro de agua fría a las ilusiones de Territorio Bobal: había tantos viñedos españoles buscando el reconocimiento Unesco que difícilmente se podría apreciar un valor universal excepcional en el nuestro.
Reiniciar el proyecto para mejorarlo
Aunque la desilusión fue mucha, el proyecto no se paró: se reorientó y se abrió para que otras Comunidades Autónomas se sumaran al mismo. Ahora asumían el protagonismo los lagares rupestres de nuestra comarca, los más antiguos de la Península Ibérica, junto con otras manifestaciones de la cultura vitivinícola de los íberos. Se agregaron a la propuesta Andalucía y Murcia. La primera comunidad con el yacimiento del Castillo de doña Blanca en Puerto de Santa María. La segunda, con los restos submarinos de barcos fenicios de Mazarrón y San Javier. El proyecto era atractivo y, ahora sí, con las bendiciones de las administraciones regionales, se presentó ante el Ministerio.
En febrero de 2018, la propuesta de «El vino en Iberia» encabezada por nuestra asociación fue incluida oficialmente en la Lista Indicativa de Patrimonio Mundial.
En otoño de 2017, el Consejo del Patrimonio Histórico Español aprobó incorporar la propuesta “El vino en Iberia” a la Lista Indicativa de Patrimonio Mundial. En febrero de 2018, su inclusión en la lista era oficial. El territorio en el que reina el viñedo de bobal había vuelto a la antesala para convertirse en Patrimonio de la Humanidad. Un hito. “Creo que la nuestra ha sido la única candidatura que ha logrado entrar por dos veces en lista indicativa”, comenta Carmen Pérez.
El lejano objetivo universal se ha convertido en un poderoso motor interior
El proyecto ha sufrido modificaciones desde su presentación. El sitio arqueológico gaditano y los pecios murcianos se replantean su presencia en él mientras que otros territorios quieren incorporarse. Son cambios naturales, pero hay cierta frustración al no encontrar en la administración regional el impulso deseado. En este momento, la candidatura para Unesco avanza más despacio de lo que el grupo de trabajo quisiera. Y, sin embargo, la asociación no permanece de brazos cruzados porque es consciente de que el trabajo de esta década ha tenido una enorme repercusión en la comarca y merece la pena seguir adelante.
Cruz López rememora ahora que, ya en las primeras reuniones, el folclorista y cronista de Requena Fermín Pardo sentenció que todo el trabajo que se desarrollara, independientemente de servir para conseguir o no el reconocimiento de Unesco, serviría para mejorar la comarca. El tiempo ha demostrado que fue así. Hay una mayor percepción del valor de los recursos con los que cuenta la comarca y el trabajo en equipo es habitual en el territorio. La mejor prueba de ello es que las dinámicas participativas se han instalado de forma natural y han servido para elaborar una estrategia territorial e implantar una estructura de gobernanza participativa, que comienza a ser un referente en la Comunidad Valenciana. Nada de eso hubiera sido posible sin esa mirada internacional a la que nadie renuncia, pero que ya no se contempla como un objetivo único.
El trabajo desarrollado para la candidatura ha mejorado la comarca y ha instalado como naturales dinámicas participativas que están enriqueciendo a muchos grupos de trabajo.
“Queremos el reconocimiento de Unesco y algunos otros en los que estamos trabajando. Pero también que el patrimonio material e inmaterial, natural, documental o antropológico de la comarca sea conocido y apreciado por toda la ciudadanía”, dice Fernando Moya, cronista de Fuenterrobles y actual presidente de Territorio Bobal. “Seguimos trabajando con la mirada puesta en París, pero al mismo tiempo consideramos esenciales las relaciones con los institutos de la comarca o con los pequeños ayuntamientos. Somos una institución comarcal que debe conseguir que sea la propia ciudadanía la que luche por conocer y conservar su patrimonio. Y eso significa mejorar la realidad del día a día, crear cohesión e incrementar la autoestima colectiva”. Y todo sobre una misma base: la esencia vitivinícola iniciada aquí hace 2.600 años.